Hace poco leí una frase de Albert Einstein con la que estoy muy de acuerdo “educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única”. Y es que ser consecuentes y coherentes con los principios que transmitimos a nuestros hijos a través de la palabra es fundamental para que dejen huella en ellos.
El ejemplo que les damos con nuestra conducta, con nuestro comportamiento, con nuestras actitudes, con nuestro tono vital, con nuestro pesimismo u optimismo, con nuestra manera de ver y de estar en la vida, etc. tiene mucha más influencia en ellos que los propios consejos que podamos verbalizar.
De nada sirve decirle a nuestro hijo que debe ser sincero si nos ve mentir con frecuencia, de nada sirve decirle que debe ser activo y esforzarse por cumplir sus objetivos si nos ve sentados en el sofá todo el día, de nada sirve decirle que debe pensar en los demás si jamás nos ve preocuparnos por el otro, de nada sirve decirle que hay que ser optimista si nos pasamos el día quejándonos por todo, de nada sirve decirle que sea respetuoso con el medio ambiente si nosotros mismos no lo somos…
Por eso siempre digo que los hijos contribuyen a sacar la mejor versión de nosotros mismos, porque uno tiende a querer crecer y ser mejor cada día para que ellos también lo sean.
Al hilo de todo esto y ahora que estamos en tiempos tan convulsos, en los que la corrupción y la falta de honestidad, de ética y de moral en nuestra sociedad están a la orden del día, me viene a la cabeza una historia bastante ilustrativa que leí hace unos días en un post de Ángel María Herrera, socio fundador de Bubok :
Estaba un padre con su hijo haciendo cola para entrar al teatro. Cuando llegó su turno, el padre le preguntó a la señora que estaba en la taquilla a partir de qué edad los niños debían pagar. La señora contestó que a partir de los 8 años. El padre sin dudarlo un momento contestó: "Pues déme dos entradas que mi hijo cumplió ayer 8 años". La señora le entregó las entradas, pero antes de que se fuera, le dijo: "Me ha extrañado mucho que me dijera que su hijo tiene 8 años, si me dice que tiene 7 no me habría dado cuenta". El padre respondió :"Usted no se hubiera dado cuenta, pero mi hijo sí".
Si queremos cambiar las cosas que no nos gustan, no hay mejor manera de hacerlo que a través de la educación. Nuestros hijos son el futuro, la generación del mañana. De nosotros depende el legado que les queremos dejar.
¿Qué opináis de todo esto? ¿Estáis de acuerdo?
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