Me parece muy importante fomentar el amor de los niños por la naturaleza, enseñarles a cuidarla, a quererla y a respetarla. Y pienso que no hay otra manera de promoverlo que haciendo que pasen tiempo en entornos naturales.
Los niños necesitan jugar con la tierra, saltar en los charcos, correr detrás de las lagartijas, subirse a los árboles, y en definitiva jugar al aire libre rodeados de naturaleza.
Sin embargo, la realidad es que en muchos casos pasan demasiado tiempo en casa rodeados de paredes y pantallas. Y es que hoy en día los padres tendemos a protegerles en exceso de todo aquello que les ensucie, les dañe o les pueda hacer enfermar, sin darnos cuenta de que en muchas ocasiones nuestros miedos les privan de una parte básica y esencial de su desarrollo.
Richard Louv, periodista americano autor del best seller “El último niño en los bosques” tras hacer más de 3.000 entrevistas a padres de Estados Unidos, llega a hablar incluso del transtorno por déficit de naturaleza, un transtorno social que puede provocar una devaluación de los sentidos, dificultades de concentración e incluso enfermedades físicas y emocionales en los niños.
Este autor explica que todos los seres humanos tenemos una necesidad innata de contacto con el mundo natural y afirma que los padres, además de procurarles a nuestros hijos una buena nutrición y un sueño adecuado, deberíamos garantizarles una relación con la tierra.
Hasta hace 30 años, dice Louv, "Los niños jugaban entre los árboles o en el campo. Los niños de hoy ya no pueden tener los pies llenos de barro, correr hasta horizontes lejanos, colgarse de un árbol o recrear mundos con lo que hay disponible en la naturaleza. En sólo dos generaciones, la infancia ha perdido su legado más preciado: el juego que se inventó hace decenas de miles de años".
En respuesta a los padres y madres demasiado preocupados por evitar toda situación de riesgo para sus hijos, Louv comenta una cosa que me parece muy destacable: “En los ambientes controlados no hay verdadera experimentación. Aunque precisamente el riesgo es lo que los padres desean evitar, es lo que más nos enseña y estimula la creatividad cuando se trata de encontrar soluciones”
El periodista sostiene que los niños expuestos a la naturaleza muestran mejoras intelectuales, espirituales y físicas en comparación a los que se quedan encerrados. Así, mejoran sus niveles de concentración, controlan el estrés y promueven soluciones creativas ante los problemas.
Este libro ha promovido un auténtico movimiento de vuelta a la naturaleza. Así los huertos escolares empiezan a ser muy habituales en ciudades como Nueva York, y las guarderías en el bosque en las que todas las actividades se desarrollan al aire libre empiezan a ser cada vez más comunes en países europeos como Alemania, Suiza y Reino Unido. Confiemos en que lleguen también pronto a España.
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