En un taller de creatividad al que asistí hace ya algún tiempo, el ponente nos relató una historia para reflexionar acerca de nuestros prejuicios, de nuestras ataduras, de la mochila de creencias que todos llevamos a nuestras espaldas y de las limitaciones que eso puede comportarnos. Aquella historia me dio mucho que pensar y hoy la quiero compartir con vosotros.
Se trata de un experimento científico que se hizo con algunos monos. Lo cierto es que no sé qué tiene esta historia de verdad o de leyenda, pero en cualquier caso, explica muy bien los patrones de comportamiento por los que nos guiamos en muchas ocasiones.
El experimento consistió en meter a tres monos en una sala y en una de las esquinas se colocó una escalera que permitía alcanzar un plátano colgado del techo. Como es normal al poco tiempo de estar en la sala los monos quisieron alcanzar el plátano pero lo que ocurrió es que al subir la escalera se les roció a todos con agua helada a presión. Los monos intentaron una y otra vez coger el plátano, pero el resultado siempre era el mismo…. así que los monos, ya muy escarmentados, desistieron y optaron por no repetir nunca más la experiencia…
Lo que se hizo entonces fue sacar a uno de los monos y meter a otro mono nuevo… al ver el plátano, este mono lo primero que hizo fue intentar subir rápidamente la escalera para cogerlo pero sus compañeros fueron a pegarle propinándole golpes y patadas para impedir a toda costa que se acercara a la escalera... ni siquiera le dieron la oportunidad de intentarlo…
A continuación se sacó de nuevo a uno de los monos del principio y se metió a otro mono nuevo. Ocurrió exactamente lo mismo, que todos fueron a pegar al mono nuevo para que no intentara subir la escalera y coger el plátano… lo más sorprendente fue que el mono que no había sido empapado por el agua helada fue el que con más contundencia y convicción le golpeó…
Así se hizo varias veces, introduciendo a monos nuevos cada cierto tiempo y el resultado siempre era el mismo: monos que nunca habían sido rociados con agua helada seguían el patrón de comportamiento que habían aprendido a pesar de no haber experimentado por ellos mismos el motivo del peligro….
El caso es que el plátano acabó convirtiéndose en una especie de tabú inalcanzable… y a pesar de quitar el efecto del agua helada… ninguno volvió ya a intentar cogerlo…
Os dejo aquí un vídeo en el que se muestra muy bien este experimento:
Todos tenemos obviamente una vida detrás, un pasado, unas experiencias, una mochila cargada de cosas buenas y malas, de anhelos, de frustraciones, de éxitos y de fracasos…. Cada una de esas experiencias se sitúa en un contexto determinado, en un ambiente determinado y obviamente son vividas por nosotros mismos que tenemos nuestro propio carácter…
Mi propuesta pasa por intentar desprendernos de todo ello para poder educar niños libres y felices, intentar no pasarles la factura de nuestros miedos, de nuestras frustraciones o fracasos, ni siquiera la de nuestros éxitos y anhelos… todos ellos están fundamentados seguramente en un contexto y en una realidad que quizás nada tiene que ver con la de nuestros hijos…
Por supuesto que podemos y debemos compartir con ellos nuestras experiencias vitales porque sólo así crearemos un verdadero vínculo emocional con ellos y a fin de cuentas constituyen lo que somos hoy día … pero intentemos distanciarnos un poco de ellas…
Dejemos que sean ellos mismos y sus propias experiencias las que vayan forjando su carácter y su destino, dejemos que sean ellos los que vayan descubriendo sus propios sueños, los que encuentren sus propios miedos y sus propias limitaciones… dejemos que sean ellos los que vayan llenando su propia mochila de experiencias vitales buenas y malas… no les carguemos también con la nuestra!
No es una tarea fácil pero creo que merece la pena, cuanto menos, hacer el esfuerzo de intentarlo..
¿Qué opináis de todo esto?
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